Esa es la frase con que la señora Encarnación Molina, de 95 años, definió lo que para ella significa ese diario que recibe con ansias, sentada en el balcón de su casa en Villa Juana, temprano en la tarde, y que lee de “pi a pa”, aunque no se detiene mucho en los clasificados.
Si llega la noche, y Cachón, como la conocen sus cercanos, no ha terminado de leerlo, lo hace en su habitación o al día siguiente en la mañana. Cuando cae la tarde la joven que la cuida, o su hijo Ramón, la ayuda a subir a la silla de ruedas a la que está condenada por serios problemas de circulación en sus piernas.
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