NUESTRA congregación de 200 años ubicada en el centro de la ciudad, lucha con un dilema continuo: ¿Cómo quiere Dios que trabajemos con los pobres, los marginados que nos visitan durante la semana y especialmente los domingos en el culto de adoración?
«Eddie», un deambulante alcohólico, ha estado asistiendo a nuestro servicio dominical por muchas semanas. Tratamos de decidir cómo tratar a este hijo de Dios con olor a alcohol, que ha entrado en la casa de Dios para adorar junto con nosotros. ¿Recibimos a Eddie en el amor de Cristo? ¿O tomamos otras acciones, considerando que la presencia de Eddie puede incomodar a quienes visitan nuestra congregación? Esta situación me preocupa como líder de la iglesia. Creo que es nuestra responsabilidad hacer lo correcto. Pero, ¿qué es lo correcto en este caso? ¿Qué hubiera hecho Jesús en una situación así?
Creo que hubiera recibido a este hombre, y que me hubiera asegurado que un pecador como yo soy amado tal como lo es Eddie. Pido cada día que el Espíritu Santo nos dé dirección para hacer lo correcto con todas las personas.
miércoles, 4 de febrero de 2009
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