domingo, 8 de febrero de 2009

Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones.

TRABAJO como voluntario en el vivero de caballitos de mar de mi hijo y su esposa. Una de mis responsabilidades es limpiar la suciedad de los tanques donde viven los caballitos de mar. Sin esta limpieza diaria, las bacterias se desarrollan y agotan el oxígeno. Esto puede ser mortal para los caballitos.


Según hago mis tareas diarias, puedo ver una parábola de lo que el Espíritu Santo hace en nuestra vida como cristianos. Somos el templo de Dios. Desafortunadamente, nuestro diario vivir puede crear mugre moral, intelectual y emocional que ensucian el espacio de Dios. Dios sabe que si dejamos que se acumule, esta suciedad va a envenenar nuestra vida espiritual y nuestro testimonio de fe. Cuando nos rendimos al Espíritu Santo, Dios quita la suciedad de nuestras vidas. Es por eso que la práctica diaria de la oración, la lectura de la Biblia y el escuchar a Dios para recibir dirección son tan importantes para nuestro bienestar espiritual. A través de ellas cooperamos con la limpieza que hace el Espíritu Santo.

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