Secretos Para La Bella

Qué bueno fuera si todavía mantuviéramos la calidad de piel que tuvimos al nacer! Bella, tersa, suave, delicada… una piel de bebé. La realidad es que nos dura poco tiempo, sobre todo a nosotras las mujeres.

En cuanto nos volvemos adolescentes, empezamos a sufrir de acné y si corremos con suerte, sólo nos saldrán algunos granitos. Si como a mi te gusta ir a la playa y tomar un poco de sol, alguna que otra peca o manchita, no tardará en salirte. Pero ni las pecas ni las manchitas, ni los granitos nos pueden llegar a traumatizar tanto, como ese día histórico que marca nuestras vidas, el día en que nos miramos al espejo y descubrimos que de pronto… nos ha salido la primera arruga. ¡Horror! Entonces empiezas a preocuparte y a buscar cuanta crema tiene tu madre en la mesita de noche, hasta que decidas escoger cuál es tu propia fórmula mágica.

Pero, ¿qué son las arrugas?

Simplemente, pliegues que se forman en la piel. La piel, el órgano más grande que tenemos, con los años se estira, es por eso que los bebes tienen la piel tan linda y los ancianos mientras más viejitos más arrugados, aunque hay excepciones. Conozco personas muy afortunadas que aunque pasen de los sesentas su piel luce aún bella. Los genes son los responsables del modo en que nuestra piel envejece. Por eso de tu “herencia familiar o genética” dependerá en gran parte el que tengas mayor o menor cantidad de arrugas, o de que envejezcas más tarde o más temprano. Aunque también existen otras causas.

A medida que pasan los años, tanto tu piel, como tus ojos, o tus oídos envejecen. El envejecimiento es un proceso natural. Si no nos cuidamos debidamente podemos, sin querer, acelerarlo nosotros mismos.

En el caso de la piel, La exposición frecuente y prolongada a los rayos solares provoca la aparición de arrugas prematuras e incrementa su pigmentación lo que provoca esas feas manchas en la piel y lo más grave de todo: aumenta las posibilidades de desarrollar cáncer de piel.

El humo del cigarrillo es lo peor, se ha comprobado que la exposición muy frecuente a él, reduce notablemente la producción de colágeno nuevo, resultado el desarrollo de arrugas.