Haces de los vientos tus mensajeros.ESTABA frustrado a medida que mi auto se detenía en un pequeño pueblo en Kansas, y el vapor emanaba de una manga rota. Teníamos muy poco tiempo para llegar desde Colorado hasta Ohio, donde un nuevo trabajo como chef me esperaba. Al estacionarnos, la pareja dueña del garaje vino a ver el auto. Podían reparar el problema si esperábamos 15 minutos.
Mientras el hombre reparaba el auto, la mujer me preguntó hacia dónde nos dirigíamos. Le hablé sobre mi nueva posición; me hizo preguntas sobre mi trabajo como chef. Me dijo que su hija quería dejar la universidad para ir a la escuela culinaria a convertirse en chef. Se sintió bendecida por el encuentro, porque confirmaba que lo que su hija estaba haciendo estaba bien.
Mientras manejábamos, me percaté de lo egoísta que había sido. Aunque me enfoqué en la bendición de reparar el auto, no me fijé que habíamos sido mensajeros de Dios para los dueños del garaje. El compartir mis experiencias como chef le había impartido paz a la madre sobre la decisión de su hija. Desde ese día trato de estar atento en cada encuentro, sabiendo que puedo ser un mensajero de Dios en cualquier momento, aun en momentos en que necesito ayuda.
lunes, 26 de enero de 2009
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